martes, 31 de marzo de 2009

Danza de amor y muerte

Una helada ventisca, un frío ventarrón repleto de historias, le dio la bienvenida a la ciudad y le hizo comprender que estaba tocando el final de tan largo viaje; había llegado al último tramo de su incansable búsqueda. Comenzó a correr sin pensarlo dos veces, como si hubiera abandonado las limitaciones humanas, libre de cualquier dolor. Mientras corría los acontecimientos comenzaron a proyectarse, a manera de una película dentro de su mente, desde el principio; remontándolo a aquella noche en el teatro.

Era una noche de verano, la escasa luz de aquel lugar al aire libre le daba un aura mística a la danza de aquella mujer, quien parecía encontrarse fuera de este mundo; allá junto a las estrellas sola con su danza, sin siquiera preocuparse por encontrarse frente a un público que tenía ojos únicamente para ella, frente a cientos de personas entre las cuales se encontraba él, el viejo poeta quien, con tan hermosa danza, había olvidado qué era el hambre, el sueño, el tiempo; olvidó qué era la vida, se entregó a ella, le regaló su alma.

Durante más de dos horas los presentes disfrutaron de un momento mágico, pero tras aquel fugaz encuentro con el paraíso, todo volvió a ser igual, el mundo volvió a respirar y el dolor despertó de nuevo, pero él sabía que nada volvería a ser como antes, aquella mujer había robado su corazón, había cambiado su vida.

Poco a poco el viejo poeta empezó a perder la cordura, la bailarina se había colado en sus sueños e invadido de amor las oscuras noches de su vida. Este amor estaba acompañado de sentimientos incluso más fuertes: el odio y la ira que le producía no tenerla, el dolor que le causaba haberla dejado ir; por eso, con el corazón rebosante de sentimientos encontrados, el poeta recogió del suelo la empolvada maleta de viaje, puso dentro de ella las únicas tres cosas que en ese momento le daban sentido a su vida: Una rosa roja que expresaba todo el amor que sentía, una daga brillante y afilada que hablaba de su odio hacia la vida, hacia la mujer que tanto amaba y, por último, el único testigo de su historia, su diario, donde conservaría las más bellas poesías jamás escritas. Así, con tan sencillo equipaje emprendió su viaje en busca de su amada danzante.

Durante muchos años caminó por el mundo, recorrió un sin fin de ciudades, de campos, ríos, mares, selvas, desiertos; siempre buscándola, sintiéndola en cada paso, viviendo del aire, respirando sus sueños, sudando amor. La vida del loco poeta llegó a límites que prácticamente ningún humano ha conocido: los lugares de la vida, en donde la razón ya no vale de nada, el momento en que los sentimientos te guían y sólo tu corazón conoce el camino correcto, el estado del verdadero amor, ese amor que está siempre acompañado por el odio y el desasosiego. La locura y los sentimientos desenfrenados del viejo poeta, le hicieron comprender que la vida sólo se vive realmente cuando existe un motivo para hacerlo.

La carrera aun no terminaba pero él seguía intacto, en medio de su frenesí alcanzó el clímax de su poesía, los versos intensos marcaban el ritmo de su desbocado corazón. El aire había cambiado, había sobrepasado los límites de la fantasía; levantó la mirada y allí la encontró, danzando como si se tratase de un hada, envuelta en los velos que el viento confeccionaba para ella, con su desnudez tan hermosa, teñida con los colores de las flores; danzaba al paso de la melodía que el tiempo había compuesto para ellos; ella sabía que él estaba ahí, lo había esperado por muchísimo tiempo, sabía que su presencia marcaba el final, que había llegado el momento de su despedida; él lentamente se fue entregando a ella, con su corazón rebosante de amor, y con su alma cegada por la locura. En un momento mágico sus cuerpos se entrelazaron para poder protagonizar la última danza y el último poema, juntos por fin en medio de la despedida que la vida tenía preparada para ellos, al paso de la melodía del tiempo; la vida les enseñó que, sin siquiera saberlo, los dos habían llegado a los lugares más recónditos de la existencia, realmente habían conocido la fantasía. Lentamente, el poeta empuñó la daga y, cuando la melodía lograba el punto más alto, aquella hermosa espalda se desgarró tras una puñalada cargada de amor; sostenida por el viento cayó en los brazos de su amado poeta quien, con la misma daga, callaba por fin las palabras de su corazón.

Noticia cualquiera, de una ciudad sin nombre en un día sin importancia:

Esta mañana fueron encontrados dos cuerpos sin vida en un parque a las afueras de la ciudad: el de una mujer quien ha sido reconocida como una bailarina de academia, y el de un hombre aun sin identificar; los cadáveres fueron encontrados cubiertos por una manta de seda, que nadie se explica como llegó al lugar; hasta el momento nadie se ha pronunciado al respecto y tales muertes se encuentran envueltas en el misterio.

Nunca nadie se enteraría de la verdad…

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Danza de amor y muerte by Maria Elisa Rojas M is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 Colombia License.
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